Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó del pueblo por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan, ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano. Y JEHOVÁ envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo: y murió mucho pueblo de Israel. Entonces el pueblo vino a Moisés, y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra JEHOVÁ, y contra ti: ruega a JEHOVÁ que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo. Y JEHOVÁ dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta: y será que cualquiera que fuere mordido y mirare á ella, vivirá. Y Moisés hizo una serpiente de metal, y púsola sobre la bandera, y cuando alguna serpiente mordía á alguno, miraba á la serpiente de bronce y vivía. Números 21.4-9
Para mirar a la serpiente de bronce fue un reconocimiento del pecado, un anhelo por la liberación de su pena, y una confianza en el medio señalado por Dios para la curación. En el Nuevo Testamento, nuestro Señor Jesucristo dijo a sus discípulos:
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado; para que todo aquel que en él cree, no se pierda, sino que tenga vida eterna. Juan 3.14.15
Como la serpiente de bronce que parecía las serpientes venenosas, pero no tenía veneno, por lo que Jesús, aunque en apariencia semejante a los hombres pecadores, estaba sin pecado. Todo pecador que ha sido envenenado por el pecado, pero que se ve a Jesús en la fe sencilla, no será castigado con la muerte eterna. En Cristo todo pecado ha sido vencida, toda la culpa ha sido quitada: hay completa redención en Él.