23 noviembre, 2024

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Bendecid al Señor, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su Palabra, obedeciento a la voz de su precepto. Bendice, alma mía, al Señor y bendiga todo mi ser su santo nombre. ¡Aleluya! ¡Aleluya! A sus ángeles mandará hacer de ti que te guarden en todos tus caminos. Amén.

Tenía el rey de Siria guerra contra Israel, y consultando con sus siervos, dijo: En tal y tal lugar estará mi campamento. Y el varón de Dios envió a decir al rey de Israel: Mira que no pases por tal lugar, porque los sirios van allí. Entonces el rey de Israel envió a aquel lugar del cual el varón de Dios le había dicho y amonestado; y se guardó de allí, no una vez ni dos. Y el corazón del rey de Siria fue turbado de esto; y llamando a sus siervos, les dijo: ¿No me declararéis vosotros quién de los nuestros es del rey de Israel? Entonces uno de los siervos dijo: No, rey, señor mío; sino que el profeta Elíseo está en Israel, el cual declara al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu cámara más secreta. Y él dijo: Id, y mirad dónde está, para que yo envíe a tomarlo. Y le fue dicho: He aquí él está en Dotán. Entonces envió el rey allá gente de a caballo, y carros, y un grande ejército, los cuales vinieron de noche, y cercaron la ciudad. Y levantándose de mañana el que servía al varón de Dios, para salir, he aquí el ejército que tenía cercada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿Qué haremos? Y él le dijo: No tengas miedo; porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos. Y oró Elíseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró: y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Elíseo. 2 Reyes 6:8-17

Cuando confesamos en el Credo Niceno que Dios Padre todopoderoso es Creador de cielo y la tierra y de todo lo visible e invisible, pensamos en los ángeles como las principales criaturas invisibles. La palabra “ángel” está derivada de la griega, “angelos”, que significa mensajero. La palabra hebrea “malakh” significa el mismo y está usada en el Antiguo Testamento en la misma manera y está traducida en la Septuaginta, la versión griega del Antiguo Testamento, como “angelos”. A veces en el Antiguo Testamento el Ángel del Señor tiene atributos divinos y claramente el mensajero es Dios el mismo, como en Éxodo 3:2. En el libro de Apocalipsis, cuando el Señor manda al Apóstol Juan a escribir a los ángeles de las siete iglesias, claramente los mensajeros de Dios son seres humanos, es decir, los pastores de las iglesias. Sin embargo, en muchos otros pasajes, los ángeles son los seres espirituales que rodearan el trono de Dios y siempre cantan, “Santo, santo, santo, Dios del universo, llenos están los cielos y la tierra de su gloria”. Hay millones y millones de ángeles, pero solo hay dos tipos. Los ángeles santos que alaban a Dios y ejecutan sus mandamientos; y los ángeles rebeldes, enemigos declarados de Dios y del hombre. Tres arcángeles están nombrados en las Escrituras. El príncipe de los ángeles malos fue conocido en el principio como Lucifer, hijo de la mañana (Isaías 14:12) y ahora Satanás, el Adversario. También Miguel quien luchó contra Satanás y le echó afuera de la presencia de Dios (Apocalipsis 12:7-12) y Gabriel, quien apareció al profeta Daniel en el Antiguo Testamento y anunció los nacimientos de Juan el Bautista y Jesucristo. Salmo 91 dice así, “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos.”

Además, ahora cantamos “¡Santo, santo, santo!” en nuestra liturgia como eco del coro celestial, pero el libro de Apocalipsis dice un día cantaremos alrededor del trono con los ángeles santos como la iglesia triunfante.

Eterno Dios, tú has ordenado y constituido de una forma maravillosa el servicio de los ángeles y de los hombres. Concede por tu misericordia que, así como tus santo ángeles siempre te sirven y alaban en el cielo, también aquí en la tierra nos defiendan según tu santo designio, por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo, y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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